martes, 19 de junio de 2012

Fotos desgastadas.


No era una noche tranquila del todo, pues todavía persistían los últimos coletazos del viento de poniente que había azotado la zona durante el día. Aún así, la calma de la noche era cada vez más aparente, al día siguiente seguramente no quedarían más que restos.

Estaba leyendo cosas aquí y allá en internet en mi ordenador portátil, quitándole unas horas al sueño que ni me había percatado que tenía. Sin buscarlo, di con unos artículos que hablaban de dolor, de tristeza y de miseria, de rencor, de injusticia, de muerte. De familias destrozadas y de recuerdos imborrables. Fotos desgastadas de vidas arrebatadas. Personas que dieron y perdieron su vida por pensar de manera diferente, por luchar por sus ideales y por una vida digna. Se me hizo un nudo en la garganta.

A lo lejos, en la oscuridad de la noche, un quejido lejano llegaba a mis oídos, como si de un lamento se tratase. Me estremecí. De pronto, me transporté a un lugar lejos de allí. Estaba en las fotos en blanco y negro, en la piel del espectador, en los ojos de los que lloraban la pérdida y en el último pensamiento de los que nunca más volverían. No quería estar allí, pero esos recuerdos de gente anónima hasta ahora para mí me tenían atrapada...

Cuando por fin pude conciliar el sueño tenía los ojos humedecidos y en mi mente resonaba fuerte y clara una palabra sobre el resto de pensamientos enmarañados: libertad.